Por Mercedes Rodríguez
El estrés es un mecanismo que se activa en situaciones difíciles y que prepara a la persona para afrontarlas con rapidez y lucidez. Esta energía, necesaria para la vida, para mantenernos con una tensión adecuada, es el estrés positivo llamado “eustres”. Sin embargo, el estrés constante y prolongado en el tiempo, superando el umbral de confort, es lo que llamamos estrés negativo o "distrés”.
Durante la situación vivida en la pandemia, la tensión emocional y física constante derivada del estrés, los cambios a nivel social, las restricciones, las diferentes formas de gestionar el trabajo, así como los sentimientos de desmotivación y agotamiento continuo, han potenciado el distrés crónico en la población general y, de forma significativa, en la población trabajadora.
Detrás de ese cansancio crónico que hoy refieren muchas personas trabajadoras, se esconde un amplio abanico de emociones como la frustración, la desesperanza, la apatía, el desinterés, la desmotivación, el aburrimiento, la tristeza, la ira o la irritabilidad y el nerviosismo; que requieren atención y acción para revertirlos.
Todos los cambios, pérdidas y miedos que vivimos en los últimos años, en conjunto con los hábitos de alimentación deficientes donde el azúcar, la grasa y lo rápido predominan, están generando un síndrome que nos hace vivir agotados.