No tenemos que vivir peleados con nuestros alimentos, cuando son los que nos acompañan en nuestros momentos más difíciles e incluso solitarios.

Por Laura López Portillo

Todos tenemos uno o más alimentos que se presentan como antojos frecuentemente, suelen manifestarse en situaciones y contextos similares o simplemente llegan de la nada. ¿Pero qué hacer cuando se presentan? ¿Cómo evitarlos y controlarlos?

Más allá de quererlos evadir o controlar, debemos aprender a observarlos para poder comprender el patrón y lo que nos quiere decir ese antojo, que se presenta una y otra vez. Poder entender que este tipo de antojos no llegan con el fin de hacernos daño sino querernos expresar una necesidad emocional, la cual estamos acostumbrados a relacionar con ciertos alimentos. ¿Por dónde empezar?

  1. Dejar de sentirnos culpables, débiles, vulnerables por consumirlos. Comenzar a verlos sólo como un recurso más que utilizamos para gestionar nuestras emociones y acompañarnos en momentos específicos de nuestros días.

  2. Debemos ser muy observadores y curiosos en esos momentos específicos cuando tenemos antojos. Cuando un antojo se presenta de manera frecuente es porque nos quiere decir algo, nos quiere demostrar alguna emoción que no hemos logrado manejar de otra manera. Recuerda que las emociones no las podemos evadir, pero sí aprender a trabajarlas. Es por eso por lo que el aprender a sentir y manejar con otros recursos las emociones nos ayudará a reducir el número de antojos. Para poder poner en práctica lo anterior, es importante hacerlo consciente. Cuando llegue el antojo, sin importar si decides o no consumir el alimento cuestiónate lo siguiente. • ¿Qué momento del día es? ¿Dónde estoy? • ¿Cómo me siento? ¿En qué parte del cuerpo siento la emoción? • ¿Qué necesito realmente? ¿Qué me podría ayudar a manejar la emoción?

  3. Recuerda que es un proceso y tomará semanas comprender bien qué es lo que necesitas. Una vez que lo identifiques, comienza a poner en práctica diferentes herramientas que te puedan ayudar. Por ejemplo: correr, caminar, tomar agua, escribir, respirar, estírate, gritar, cantar, bailar, etc.

  4. Por último, cuestiónate ¿cómo te ayudó el alimento a gestionar tus emociones? ¿En qué momentos te acompaño? Y siempre agradecer por eso que te reflejo.

No tenemos que vivir peleados con nuestros alimentos, cuando son los que nos acompañan en nuestros momentos más difíciles e incluso solitarios.